Desde nuestro punto de vista, no tiene mucho sentido idolatrar a ningún hombre o mujer ya que posee de exactamente lo mismo que tenemos cada uno de nosotros. No obstante, puestos a elegir un idolo, podríamos haber elegido a un fantástico deportista o a un ilustre psicólogo, pero si hemos de elegir un compañero de camino que nos ilumine, Albert es nuestro hombre.
No son pocas las personas que han conseguido auparse en hombros de gigantes para ver más allá. Sus obras y aportaciones han permitido evolucionar nuestra mente y cuerpo hasta el lugar donde nos encontramos actualmente. Pero de todos estos «iluminados», detrás de los escritos de Albert es donde nos identificamos con mayor claridad.
El ejemplo:
«Un ser humano es parte de un todo al que llamamos universo. Una parte limitada en el tiempo y en el espacio. Este ser humano, se experimenta a sí mismo, sus pensamientos y sus sensaciones como algo separado del resto, en una especie de ilusión óptica de su conciencia.
Esta ilusión es para nosotros como una cárcel que nos limita a nuestros deseos personales y a sentir afecto por unas pocas personas cercanas a nosotros. Nuestra tarea debe ser liberarnos de esta cárcel ampliando nuestro círculo de compasión para abarcar a todos los seres vivos y a toda la naturaleza en su esplendor. Nadie es capaz de lograr esto por completo pero la lucha por tal logro es en sí misma una parte de la liberación y una base para la seguridad interior.»
Albert Einstein
New York Times, 29 de marzo de 1972